domingo, 4 de marzo de 2012

ESCUCHA ESTE DIVERTIDO CUENTO: El Príncipe Ceniciento

DÍA INTERNACIONAL DE LA MUJER, 8 de Marzo


LA HUELGA DE MAMÁ

Santiago y Juan eran dos hermanos que traían un poco cansada a su madre. En el colegio eran muy malos estudiantes. En casa, su habitación era un completo desorden con la ropa tirada de cualquier forma, los zapatos fuera del armario y sin limpiar, los cuadernos amontonados sobre las sillas, la mesa de estudio llena de cómic, los bolígrafos perdidos. Y eran un mal ejemplo para su hermana pequeña, que ya empezaba a imitarles dejando los juguetes tirados de cualquier forma.

El padre había muerto unos años antes y la madre se vio con toda la responsabilidad de hacer de aquellos hijos buenos ciudadanos, y para ello trataba de llamarlos al orden a fuerza de razonamientos, pero ellos no prestaban atención a las palabras.

Un domingo, al llegar a casa, se encontraron con una sorpresa, a la entrada del pasillo había una gran pancarta en la que decía:

MAMÁ EMPIEZA UNA HUELGA DE BRAZOS CAÍDOS HASTA QUE NO SE VEAN ATENDIDAS SUS REIVINDICACIONES: REBAJA DE HORARIO LABORAL Y AUMENTO DE SUELDO.

Se miraron y se echaron a reír; mamá, a todas luces, bromeaba. Si no hacía ella el trabajo de la casa, ¿quién lo iba a hacer? Y lo del sueldo era todavía más divertido porque ella no cobraba nada por limpiar, guisar, lavar y planchar, esas eran unas obligaciones suyas que nadie discutía.

Encontraron a su madre en el cuarto de estar relajada, oyendo música mientras leía un libro. Les miró y se limitó a decirles: la pequeña y yo hemos comido; para vosotros preparad lo que veáis.

Así es que la huelga de mamá iba en serio. Lo comprobaron al ver que era la hora de comer y ni siquiera estaba puesta la mesa ni había indicio de comida. Se hicieron unos bocatas y vieron que en el  fregadero estaban los cacharros y los platos que habían usado para comer su madre y su hermana.

En la habitación se encontraron sin hacer las camas y la ropa sucia tirada en el suelo.
¡Qué fastidio!, dijeron a dúo.

Mamá los miraba burlona y sonreía mientras hacía planes con sus amigas para irse al cine.

Al llegar la noche decidieron con sus ahorros comprar una pizza para la cena.

Habían pasado un mal día y pasaron peor noche con la ropa sucia por el suelo, ya que empezaba a despedir mal olor.

Al día siguiente empeoraron las cosas. Como no querían ensuciar cacharros para tenerlos luego que fregar, no se prepararon el colacao, y la leche la tomaron fría de la nevera con unas galletas que se encontraron en la despensa.
Cuando volvieron del colegio, como el día anterior, la madre y la hermana pequeña ya habían comido, con lo que habían aumentado los cacharros sucios del fregadero. Ellos no habían pensado en que se tenían que preparar la comida, por lo que malhumorados se volvieron a preparar otro bocata, ahora con pan duro y tuvieron que renunciar al postre porque se había acabado la fruta.

Por la noche se frieron unos huevos, por lo que la sartén pasó a engrosar los cacharros sucios.

A los pocos días, el cuarto de baño estaba asqueroso. Se amontonaba la ropa sucia y los cacharros en el fregadero, el polvo lo cubría todo, se acabó la comida de la nevera y de la despensa. La basura estaba sin tirar...

Aquello era un desastre. Allí seguía la pancarta y mamá sin hacer nada para remediar la situación que ya se hacía insoportable.

Los hermanos hablaron entre ellos y estuvieron de acuerdo en poner junto a la pancarta de mamá otra más pequeña que decía:

QUEREMOS PARLAMENTAR.

Mamá se apresuró a poner: ESTA TARDE A LAS SEIS.

A las seis se reunieron los tres en el cuarto de estar. Empezó Santiago:
Queremos poner fin a esta huelga estúpida y sin sentido y por eso queremos saber tus condiciones de trabajo.

Está bien, dijo la madre. Por lo pronto, tenéis que ayudarme a poner en orden la casa.
A diario, antes de ir al colegio, debéis dejar vuestras camas hechas y ordenada la habitación y el cuarto de baño.
 Por turnos, ir a comprar por la mañana el pan.
Al mediodía, poner y quitar la mesa.
 Por la noche, bajar la basura.
Y los sábados, ayudarme a subir la compra de la semana y preparar la cena.

Los hermanos se miraron un poco aterrados por lo que se les venía encima, pues no estaban acostumbrados a hacer nada, pero comprendieron que no había otra solución si querían salir de aquel atolladero, y dijeron a dúo: ACEPTAMOS.

Ya se iban contentos cuando su madre dijo:
Ya hemos hablado de la reducción del trabajo, queda por ver lo del aumento del sueldo.

Los chicos se miraron sin comprender. Podía haber pedido aumento de sueldo si trabajara en alguna casa, pero en la propia el trabajo no tenía valor, nunca le habían pagado nada por ello.

Mamá, no sabemos lo que quieres decir con lo del aumento del sueldo.

Pues es muy sencillo. El sueldo que quiero tener son vuestras notas. Si estáis dispuestos a estudiar, cancelo la huelga; si no, la hago indefinida. Vosotros decidís.

Mamá, dijo Juan, eso tenemos que pensarlo porque no va a ser fácil.

Está bien, contestó la madre.

Se fueron los dos hermanos a cambiar opiniones. No estaban acostumbrados ni siquiera a leer. Iba a ser muy duro someterse a un horario de estudio en el que había que rendir si querían aprobar el curso. ¿Qué pretendería mamá con aquello? ¿Hacerlos sufrir?

Pasaron discutiendo un buen rato y llegaron a la conclusión de que mamá con aquello demostraba que se preocupaba por su presente y su futuro y decidieron aceptar.

Les costó bastante someterse a todo lo que habían prometido, pero se hicieron unos hombres de palabra y trabajo con el que se les abría un porvenir de éxito. Y estas buenas cualidades también les hicieron más atractivos ante las niñas.


Cuentos para pensar. Cuentos coeducactivos para Educación Primaria.
 Premios Rosa Regás de Coeducación 2008