8 de Marzo, Día Internacional de la Mujer
CUENTOS PARA LA COEDUCACIÓN
LA PRINCESA CARLOTA Y SU DRAGÓN MASCOTA
(Personaje inspirado en “La
Princesa Listilla” de Babette Cole, Ed. Destino).
Autoras: Marisa Rebolledo
Deschamps y Susana Ginesta Gamaza (Equipo Ágora)
La Princesa Carlota no
es una princesa corriente de esas que aparecen en los cuentos. Ella es la Princesa del País de los
Cuentos al Revés, un país donde todo es
diferente y las princesas no sueñan con un príncipe azul, sino con viajar y ser
astronautas.
Carlota es una princesa
muy divertida, le encanta jugar con los animales, correr por el bosque, subirse
a los árboles y sobre todo pasar horas y horas jugando y divirtiéndose con sus
amigas y amigos.
Ella no espera al
príncipe mientras limpia el castillo, sino que se dedica a viajar, a tener aventuras
y a conocer sitios nuevos. Todo esto no vayáis a pensar que lo hace solita,
¡qué va!, ella siempre va acompañada de su mascota preferida, el Dragón Buba.
Buba tampoco es un
dragón corriente. Es tímido, algo miedoso y bueno como un trozo de pan. Un día
cuando era pequeñito tosió algo de fuego, tal y como hacen los dragones de los
cuentos, pero al pensar que el fuego podía hacer mucho daño decidió arrojar por
sus fauces, a partir de ese día, pompitas de jabón.
Cuando Buba está
contento, el País de los Cuentos al Revés se llena entero de pompas de jabón
gigantes.
Carlota siempre fue una
niña divertida y valiente. Desde que era pequeña le encantaba jugar subiéndose
a los árboles, montar en bicicleta y echar carreras con sus mascotas gigantes;
babosas del tamaño de elefantes y sapos de todos los colores. Siempre decía que
de mayor quería ser astronauta y por eso se pasaba las noches acostada en la
barriga de Buba mirando las estrellas.
Pero Carlota se hizo
mayor y llegó a esa edad en la que muchas muchachas empiezan a tener novio. A
ella no le preocupaba este tema porque había decidido no casarse de momento, necesitaba
el tiempo para viajar, vivir aventuras con su dragón y prepararse para ser astronauta.
Pero al Rey y a la Reina esa idea no les hacía tanta gracia. Todas las mañanas
se levantaban con preocupación pensando que Carlota se iba a quedar soltera de
por vida. Entendían que las Princesas tenían que terminar sus cuentos casándose
y no conocían el caso de ninguna que hubiera decidido ser astronauta y vivir su
vida de manera independiente.
Sus padres, el Rey y la
Reina, no paraban de repetirle que tenía que encontrar un marido para poder
reinar:
- ¡Carlota! Déjate ya
de tanto animalito y búscate un maridito -le repetían el Rey y la Reina una y
otra vez.
- Lo que de verdad me
gusta es vivir en el castillo con mis mascotas y hacer cosas divertidas y
estudiar para ser astronauta. Yo no quiero casarme, todavía me quedan muchas cosas que ver y aventuras que
vivir.
- Esta chica no entra
en razón… algo debemos hacer…
Así que el Rey y la
Reina, a la semana siguiente, fueron muy temprano a los aposentos de Carlota
para despertarla:
- Venga Carlota
levántate, que hemos preparado una gran sorpresa para ti ¡Así que ponte muy
guapa! Celebraremos una fiesta.
Carlota emocionada se
levantó de un salto, se puso su mejor vestido y abrió la ventana para
contemplar el hermoso día que hacía… pero para su sorpresa, lo que Carlota vio
fue a una gran fila de príncipes esperando a ser elegidos para convertirse en
su esposo:
- No me puedo creer que
me hayáis hecho algo así cuando sabéis muy bien que yo no quiero casarme… y
ahora no puedo decirles que se vayan porque sería de muy mala educación.
La princesa se puso a
pensar, hasta que se le ocurrió una gran idea: aquel que quisiera casarse con
ella, debería superar una prueba. Pero claro, estas pruebas serían muy duras,
para que así ningún príncipe las superara y Carlota pudiera seguir soltera y
tan feliz en su castillo.
De este modo comenzó la
fiesta. Carlota se presentó entre todos los príncipes y explicó sus
intenciones. Muchos de los príncipes decidieron regresar a su palacio, pues sus
motivaciones no se acercaban en absoluto a la de buscar esposa. Otros tantos se
mostraron atemorizados y prefirieron no participar, pero de entre todos los
príncipes quedaron cinco deseosos de enamorar a Carlota. Optaron por dar su
consentimiento y decidieron por tanto presentarse a las pruebas.
El primero que se
atrevió a pasar por las pruebas de Carlota fue el Príncipe Margarito, que era
un chico muy amable, tierno, educado
y un gran amante de la naturaleza. Tanto le
gustaba que en su palacio tenía un gran jardín repleto de cientos y cientos de
flores preciosas, algunas muy extrañas,
que cuidaba y
regaba con mucho cariño.
Como Margarito
era un príncipe
sensible y tierno al
que le encantaban
las flores y las plantas y se había especializado en sus
olores, formas y colores, Carlota, impresionada por su afición, decidió mandarlo
a su jardín encantado con una cesta llena de comida para que buscara a sus
“pequeñas babosas” y les diera su almuerzo.
El Príncipe Margarito
agarró la cesta con entusiasmo y se adentró en el jardín encantado. Iba
buscando, con la mirada clavada en el suelo, a las babosas de Carlota,
imaginando que serían diminutas, cuando de pronto, su cabeza chocó con una viscosa
y pegajosa “cosa” verde.
Margarito levantó
la mirada y cuál
fue su
sorpresa cuando descubrió que
las babosas de
Carlota no eran del tamaño que él imaginaba… ¡eran
gigantes! Margarito salió
corriendo horrorizado y poseído por un miedo insoportable, se
asustó tanto al ver
el tamaño de
los “animalitos” que comenzó a llorar sin encontrar consuelo
en ninguna de las aclaraciones que le hacía Carlota:
- Margarito, tranquilo,
si no hacen nada, son buenas y no muerden.
El Príncipe Margarito
se marchó desconsolado de la fiesta, pero Carlota aprendió algo muy importante,
y es que los príncipes también pueden sentir miedo… no todos son valientes.
El siguiente fue el
Príncipe Danzarín, que era un chico muy inquieto al que le encantaba pasarse el
día cantando, bailando y haciendo piruetas. Así que Carlota le propuso lo
siguiente: “Si consigues bailar sobre patines durante 24 horas seguidas sin
parar ni un solo segundo, me casaré contigo”.
Entonces el Príncipe
Danzarín se puso a bailar muy animado y feliz… y así estuvo 1 hora, 2 horas, 3
horas… Y ya no bailaba tan animado, porque Danzarín estaba cansado y le dolían
los pies y la espalda. Llevaba 7 agotadoras horas bailando sin parar cuando de
repente comenzó a ponerse de color rojo, morado, azul, verde, amarillo y de
todos los colores. Entonces se desplomó en el suelo muerto de cansancio y
quejándose de dolor:“¡¡ Ayyy mis riñones… ayyy mis pies!!”.Y Carlota aprendió
que los chicos también se cansan, sienten dolor y no siempre tienen porqué ser
fuertes.
El próximo fue el
Príncipe Oscar, al que le encantaba ir siempre muy limpio e impecable y además
era un gran jinete y le encantaba presumir de su buen gusto y buenas maneras
mientras montaba en sus también limpios e impecables corceles. Entonces
Carlota, como prueba para casarse con ella, le propuso que domara a su caballo.
Pero el caballo de Carlota era indomable y nadie nunca había conseguido
montarse en él.
El Príncipe Oscar, con
mucho cuidado (para no mancharse) entró en el establo donde se encontraba el
indomable caballo de Carlota y en su intento de domarlo, lo único que consiguió
fue que el caballo de una coz le tirara de cabeza contra el fango, manchándole
toda la ropa. El príncipe al verse lleno de lodo se enfadó muchísimo porque no
soportaba estar sucio, y así Carlota aprendió que a los chicos también les
gusta arreglarse y estar guapos, aunque la princesa le explicó a Oscar que no
pasa nada por ensuciarse y que debía disfrutar y jugar y no estar pendiente
únicamente de que la ropa estuviera intachable.
Una tarde Carlota
conoció al cuarto príncipe, al Príncipe Maderucho. Era un muchacho simpático y
alegre, aunque algo arrogante. Presumía de cortar con su hacha los troncos más
fuertes y rígidos de todos los que encontraba en los bosques, buscaba árboles
grandes y altos y sin pensarlo los talaba. Así que Carlota tras observar
atentamente a Maderucho decidió retarle con la siguiente prueba:
- Maderucho, tendrás
que ir a mi bosque mágico y allí buscarás el árbol más fuerte, cuando lo
encuentres tala un trozo de su tronco y tráemelo a palacio.
Maderucho emprendió su
marcha y provisto de su hacha se adentró en el bosque para comenzar a buscar el
árbol más robusto. De lo que no era consciente el príncipe, es que en el bosque
de Carlota los árboles son diferentes, allí cuando uno de estos está cansado
por ejemplo de tomar el sol, levanta sus raíces del suelo y se cambia de sitio.
Sí, los árboles andan, y no sólo eso, también son capaces de hablar. Carlota
decidió ir detrás de Maderucho, para ver la reacción de éste cuando descubriera
que los árboles estaban “tan vivos”.
Enseguida Maderucho
encontró el árbol más alto y fuerte, situado en el centro del bosque. A primera
vista parecía un árbol normal, pero qué sorpresa se llevó éste cuando al
levantar su hacha notó cómo algo en la cabeza le golpeaba para llamarlo:
- ¿Qué será esto que
siento en mi cabeza?-pensó Maderucho-.¿Será una rama que se ha caído, o una
hoja quizás?
Pero el árbol volvió a
golpearle. Maderucho levantó la mirada y cuando vio al árbol que se movía como
una persona se quedó quieto como una estatua:
- ¿Qué haces con ese
hacha? -preguntó el árbol-¿no me querrás talar, verdad?
Maderucho, asustado,
contestó:
-No, sólo quería coger un trozo de madera.
- ¡Un trozo de mi
tronco! ¡Estás loco!, ¿sabes el daño qué eso me hace?, es como si cortaras un
trozo de mi barriga, ¡ni se te ocurra! -gritó el árbol.
Maderucho se puso a
pensar en todos los árboles que había talado antes, y de pronto una pena
horrible se apoderó de él. Tanta era esa pena que Maderucho se puso a llorar y
aunque Carlota intentó consolarle no hubo manera de que parase.
Carlota aprendió que
los chicos también lloran. El Príncipe Maderucho estaba avergonzado porque una
chica le había visto llorar pero la princesa le explicó que chicos y chicas
tienen sentimientos y sienten miedo y no es malo demostrarlo. Y tras esto, el
Príncipe Maderucho volvió a su reino para cuidar de sus bosques y sus árboles.
El último príncipe que
accedió a superar las pruebas de Carlota fue el Príncipe Canijín, un chico muy
simpático y alegre al que le encantaba viajar y divertirse. Al verle tan
delgadito, Carlota pensó en su prueba y tuvo una idea. Le pediría a Canijín que
acompañara a sus padres, el Rey y la Reina, de compras. Pero el Rey y la
Reina solían hacer
grandes compras, porque
tenían poco tiempo,
así que cuando iban a comprar lo
hacían para todo el año. Canijín al principio cargaba sin problemas todos los
paquetes pero cuando ya llevaba tres pares de zapatos, dos pamelas, kilos de
peras y manzanas y varias cajas de leche, decidió pararse. Estaba horrorizado
de todas las cosas que compraban y de cómo le hacían cargar. Con firmeza
decidió soltar las cosas y con voz tajante afirmó:
- Bueno, bueno, bueno,
¿pero esto qué es? Yo ya no puedo más, todas estas cosas pesan muchísimo y yo
no soy un príncipe fuerte precisamente. Estoy cansado y además pienso que no es
justo que yo cargue con todo mientras el Rey y la Reina van con las manos
vacías. No es justo eso, como tampoco lo es que una princesa me tenga que poner
pruebas para casarme con ella, nos casaremos si estamos de acuerdo los dos y ya
está, y si alguno no quiere tampoco pasa nada por quedarse soltero o soltera,
¿verdad Carlota?
Carlota no
podía creer lo que el
Príncipe Canijín estaba
diciendo. Por fin
encontraba a alguien que estaba de acuerdo con ella. Y lo mejor de todo,
Carlota estaba radiante de felicidad porque había demostrado a sus padres que
no era necesario que una princesa se casara y que todos los príncipes no tenían
porque ser valientes y
fuertes. Con Margarito
habían aprendido que
los chicos también sienten
miedo, con Danzarin
que también se
cansan y con Maderucho que pueden sentir pena y
llorar, con Oscar que les gusta estar guapos y con Canijín que no siempre son
fuertes.
El Rey y la Reina
comprendieron por fin que existen princesas
que se casan
y otras que
no, entendieron que
las dos opciones son buenas
siempre que ellas sean felices. Lo importante es que cada princesa elija su
opción libremente y termine su cuento donde y con quien más les apetezca.
Pero ¿sabéis una cosa?
Canijín y Carlota se
hicieron muy amigos. Pero Canijín era un
príncipe algo miedoso
y le asustaban
las noches de tormenta. Cuando esto sucedía, Carlota le
invitaba a hacer un juego para ahuyentar el miedo a la tormenta.
Desde entonces Carlota
es la Princesa del País de la Igualdad, un país donde todos y todas pueden
hacer las mismas cosas, donde se juegan con los mismos juguetes y se comparten los
colores. Es un país en definitiva, donde todas las personas tienen los mismos
derechos y deberes.
FIN
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